Sembrando cristales



Era la tercera hora del duodécimo ciclo de la quinta era de la Tierra, cuando el planeta apareció en nuestro punto de visión como una gran Luz. En su veloz recorrido marcaba su elipse con una estela de un vivo color azul.

Por unos momentos nos detuvimos para ver el grandioso espectáculo de la danza de los planetas en este pequeño sistema solar. Por eso y para prepararnos para el mar de turbulencias que sabíamos íbamos a encontrar. Nos habían informado de que la Tierra estaba pasando por un momento difícil y en realidad esa era la razón de nuestro viaje.

Nuestros hermanos mayores habían considerado dar una pequeña ayuda al planeta Tierra. Nosotras consideradas exploradoras del Universo, conciencias todavía sin grandes capacidades pera alterar el curso de los acontecimientos pero si capaces de sembrar semillas que se considerarían propias del planeta, éramos las idóneas pare hacer estos trabajos y de hecho esta no era nuestra primera misión.

Sin embargo en esta ocasión, desaviniendo las recomendaciones, quise sentir todos los cuerpos de este planeta sin que nada interfiriese o amortiguase mis percepciones. Así deje que mis hermanas se preparasen mientras yo abría mis ojos y mi conciencia.
Fue un dolor intenso. Masas de confusión, de ira y odio, se entrelazaban con otras de una gran belleza. Explosiones de todos los colores salían disparadas en todas direcciones atravesando el cielo y la Tierra. Y al mismo tiempo un Amor Inmenso recibía todos los llantos y absorbía todos los gritos. Los abrazaba hasta que la ira y el odio se convertían en llanto, y el llanto en Conocimiento y Paz.

Fue realmente una experiencia indescriptible y creo (tan sólo creo) que volvería a hacer lo mismo aunque me haya supuesto un gran dolor.


Una vez atravesada la capa astral del planeta, mis compañeras se bajaron las defensas que las cubría y así todas pudimos sentir el gran Amor y oír la Música. Y más allá la calma, la serenidad de la Tierra; y aquí en donde la Vida se une con el Infinito, la Materia con el Espíritu y tu Cuerpo y Conciencia se hacen Uno, nos arrodillamos y besamos la Tierra, (nuestra gran Hermana, Madre -Matriz de seres de Luz), y le dimos nuestros regalos: potentes trasmisores, conectores de Universos.


Sentí el abrazo y la sonrisa de la Entidad de este Planeta  reconfortándome y haciéndome comprender lo que había vivido.

"Sembrando cristales". María A.

Observe como mis compañeras hundían los cristales en la Tierra a modo de grandes diapasones recordando las vibraciones correctas del Universo para cada tiempo y lugar. Aunque ahora yo ya sabía que nuestras misiones no son tanto de ayuda a los planetas que visitamos, como para el crecimiento de nosotras mismas.




María A.  2003

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